Estas iniciativas, llevadas a cabo en distintos países de América Latina y el Caribe, recuerdan que hay esperanza para nuestro planeta. Noticias ONU te descubre cómo como poco dinero se puede tener un gran impacto ecológico y social importante.
A principios de abril, 29 países se comprometieron a aportar más de 5000 millones de dólares al Fondo para el Medio Ambiente Mundial, respaldado por la ONU. Según el Fondo, se trata de «un apoyo récord, un gran paso en los esfuerzos internacionales para proteger la biodiversidad y frenar las amenazas del cambio climático, los plásticos y los productos químicos tóxicos».
Este fondo multilateral sirve de mecanismo financiero para varios convenios medioambientales, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Tiene su propio Programa de Pequeñas Subvenciones, que concede hasta 50.000 dólares directamente a comunidades locales, entre otros, los pueblos indígenas, las organizaciones comunitarias y otros grupos no gubernamentales que invierten en proyectos relacionados con la recuperación de nuestro planeta.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lleva a cabo esta iniciativa en 127 países y proporciona apoyo técnico a estos proyectos locales seleccionados que conservan y restauran el medio ambiente al tiempo que mejoran el bienestar y los medios de subsistencia de las personas.
Destacamos cinco de los más de 25.000 proyectos ejecutados desde 1992, año en que el comenzó a funcionar el Fondo. Aunque estos proyectos abarcan todo el mundo, en esta selección presentamos los relacionados con América Latina y el Caribe.
Contenido
1.Tres ingenieras solares indígenas llevan luz a las zonas rurales de Belice
Para la gente que vive en las ciudades es a veces difícil de creer que en 2022 todavía existan comunidades que no tengan electricidad, pero más de 500 millones de personas en todo el mundo carecen de este tipo de servicio que muchos consideran «básico».
Esta es la realidad de los habitantes del distrito de Toledo, en Belice, donde varias aldeas rurales están alejadas de la red eléctrica nacional, lo que dificulta y encarece hacer llegar la corriente a sus comunidades.
Sin embargo, gracias a una asociación financiada por el Programa de Pequeñas Subvenciones del Fondo del Medio Ambiente, tres ingenieras solares mayas están instalando sistemas de energía solar y contribuyendo al desarrollo sostenible entre pequeñas comunidades indígenas del sur de Belice.
Florentina Choc, Miriam Choc y Cristina Choc, se formaron en el Barefoot College de la India para construir y reparar pequeños sistemas solares domésticos en el marco de un intercambio de cooperación Sur-Sur (países del Sur global que comparten conocimientos técnicos con sus homólogos, sin que intervenga un país desarrollado).
«¡Estas mujeres están rompiendo el techo de cristal*! Han instalado sistemas solares en cuatro comunidades indígenas, con un impacto en más de 1000 residentes», dice Leonel Requena, coordinador nacional del Programa de Pequeñas Subvenciones en Belice.
En 2021, a pesar de la pandemia de COVID-19, estas ingenieras, junto con las autoridades nacionales y los socios, instalaron estos sistemas de energía solar en dos de las comunidades más remotas de Belice.
Con el trabajo en una de estas aldeas, Graham Creek, llevaron electricidad a 25 hogares con más de 150 residentes, así como a una escuela primaria con 30 niños.
Según el PNUD, se estima que con ello han contribuido, además, a evitar 6,5 toneladas de emisiones de carbono.
«Las mujeres son líderes destacadas en Belice ya que impulsan el programa de desarrollo sostenible, además de fomentar la armonía entre la naturaleza y las personas en beneficio de ambas», añade Requena.
2. Barbados, campeón de la conservación de la tortuga carey
¿Sabías que las temperaturas extremas de las olas de calor, alimentadas por el cambio climático, están literalmente asfixiando a las tortugas bebé en su nido?
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha clasificado a las tortugas carey como especie en peligro crítico de extinción, ya que su población está disminuyendo en todo el mundo.
Durante mucho tiempo han sido cazadas por sus huevos y su carne. Ahora, además, están amenazadas por el desarrollo costero y el cambio climático, entre otras cosas.
Sin embargo, gracias a una pequeña subvención, de hace 20 años, la continuidad de esta especie prospera en la isla caribeña de Barbados.
El Proyecto de Tortugas Marinas de Barbados, con sede en el campus de la Universidad de las Indias Occidentales, alberga el Centro de Marcado de Tortugas Marinas de la región y de la Red de Conservación de Tortugas Marinas del Caribe en general.
El marcado de tortugas ayuda a los científicos y conservacionistas a llevar un control de sus movimientos, calcular sus tasas de crecimiento, supervivencia y rendimiento reproductivo.
Barbados alberga actualmente la segunda mayor población de tortugas carey del Gran Caribe, con hasta 500 hembras anidando al año. El desove de las tortugas se produce en la mayoría de las playas de la isla, que, como muchas de la región, está muy desarrollada con infraestructuras turísticas.
El proyecto de Tortugas Marinas marca a estas criaturas, las mide, y archiva y analiza los datos para más de 30 proyectos de investigación coordinados en la región, que sirven de base para sus actividades de conservación.
Cada agosto, cuando las tortuguitas salen del cascarón, el personal del proyecto está de guardia los siete días de la semana para responder a posibles emergencias, por si las crías se alejen en la dirección equivocada o las marejadas que pueden arrastrar los nidos durante la temporada de huracanes.
Asimismo, colaboran con las comunidades para promover el ecoturismo basado en mejores prácticas, lo que, además, supone una fuente de ingresos para las comunidades locales.
Barbados se ha convertido en un referente gracias al éxito de sus actividades de conservación de las tortugas marinas. El grado de recuperación de la población de tortugas carey permite a los investigadores trabajar con un gran número de tortugas y experimentar los retos que plantea el amplio desarrollo costero.
El proyecto recibió recientemente una nueva pequeña subvención del Fondo de 46.310 dólares.
«Gracias a esta subvención, [esta propuesta] ha podido ofrecer a personas de otros proyectos de tortugas marinas de la región la oportunidad de formarse junto a los voluntarios del proyecto de Tortugas Marinas en un intercambio de Sur-Sur… El trabajo en curso del Proyecto es integral para la conservación y protección de las tortugas marinas amenazadas y en peligro de extinción, así como de sus hábitats terrestres y marinos», dijo Karen Harper, asistente del Programa del Fondo del Medio Ambiente Mundial en Barbados.
3. Familias indígenas venezolanas se convierten en protectoras de la selva amazónica
Entre los habitantes de la capital y ciudad más grande del Estado de Amazona, Puerto Ayacucho, se encuentran varias comunidades indígenas locales, como los yanomami, los panare, los bari, los piaroa y los guajibo (también conocidos como jibis), que participan en un proyecto para proteger la Amazonía.
Muchas de estas poblaciones se han visto desplazadas de sus tierras por la crisis socioeconómica del país, así como por la presencia de grupos armados y las actividades mineras ilegales.
El proyecto Amazonas Originaria está formando actualmente a un grupo de familias indígenas desplazadas para que utilicen y cuiden de manera sostenible los bosques tropicales de los alrededores de Puerto Ayacucho. Aprenden a gestionar los cultivos de cacao, cupuaçu, manaca y túpiro (todas ellas plantas autóctonas de la Amazonia), así como a transformar sus frutos en pulpa, chocolate, cestas y otros productos.
«Este proyecto, en particular, es interesante e inspirador, ya que está liderado por mujeres (…) Apoya la lucha contra el cambio climático, ya que su objetivo es conservar la selva amazónica como principal sumidero de carbono en el sur de Venezuela, trabajando de la mano de las comunidades nativas, valorando sus tradiciones y protegiendo su hábitat ancestral», explica el coordinador nacional del proyecto Amazonas Originaria, Alexis Bermúdez.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en la Amazonía, la mayor selva tropical que queda en el mundo, la deforestación está reduciendo las reservas de carbono y alterando el clima regional. Los efectos del cambio climático, la degradación de los bosques y el aumento de los incendios forestales podrían provocar la desaparición del 60% de la selva amazónica en 2050.
Además de capacitar a los miembros de la comunidad para fabricar productos derivados del Amazonas y envases ecológicos y ayudarles a diversificar sus medios de subsistencia, esta iniciativa —con el respaldo del Fondo— trabaja para restaurar partes de la selva tropical degradada volviendo a plantar árboles autóctonos y otras especies.
«Cuando las familias transmiten estos conocimientos, hacemos que las comunidades indígenas adquieran la fuerza y la confianza necesarias para afrontar la conservación de su cultura y su entorno, organizamos a la comunidad para la producción y comercialización de sus productos en mercados más selectos y contribuimos directamente a crear una economía sostenible», señala Kenia Martínez, de Amazonas Originaria.
4. Intercambio de ideas: turismo más ecológico y sostenible
No cabe duda de que el cambio climático y la degradación del medio ambiente no pueden ser atajados por una sola comunidad, pero la unión hace la fuerza cuando hablamos de intercambiar ideas que ya han dado buenos resultados.
El proyecto Diálogo de Saberes Latinoamericanos en torno al turismo comunitario ha reunido a empresas de este tipo de turismo de Costa Rica, Panamá, Colombia y México para intercambiar experiencias y buenas prácticas.
El turismo es la columna vertebral de algunas economías y la fuente de sustento de muchas personas, especialmente las que viven en los países en desarrollo. Sin embargo, si se gestiona mal, muchas veces acaba ejerciendo presión sobre los recursos naturales debido al consumo excesivo, induce al estrés en el uso de las tierras, además de provocar una mayor contaminación y la pérdida de hábitats naturales.
El turismo comunitario se muestra como una alternativa económica que permite a las comunidades locales generar ingresos complementarios a sus principales actividades productivas y, al mismo tiempo, proteger y valorar la riqueza natural y cultural de sus territorios.
«Solos vamos más rápido, pero juntos llegamos más lejos», destaca Beatriz Schmitt, coordinadora nacional del Fondo en Panamá.
El intercambio de ideas, apoyado por el Fondo, consistió en capacitaciones virtuales e intercambios de buenas prácticas con 23 organizaciones rurales centradas en el desarrollo local, redes de trabajo colaborativo, comercialización, perspectiva institucional y protocolos de bioseguridad.
Al final de la formación virtual, los participantes pudieron conocer las experiencias de turismo comunitario en Costa Rica, donde el programa lleva 20 años promoviendo el turismo rural y ha establecido un sólido marco institucional.
«El turismo comunitario es una estrategia local que aporta ingresos a las comunidades rurales. Este proyecto es importante porque el turismo no se enfoca solo como un negocio, sino que se deriva de las experiencias de conservación de la tierra donde viven estas comunidades», dice Viviana Rodríguez, asistente del Programa en Panamá.
Añade que al conservar estas áreas para el turismo y reducir otras actividades como la agricultura a gran escala, las pequeñas comunidades también contribuyen a la lucha contra los efectos del cambio climático.
5. Guardianas de los páramos colombianos y su preciada agua
Los páramos de Colombia, ecosistemas de tundra en la cordillera de los Andes que están por encima de los bosques andinos, pero por debajo de la línea de nieve, ocupan tan solo el 1,7% del territorio nacional y, sin embargo, producen el 85% de su agua potable del país.
Guardianas de los Páramos es una alianza entre el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo y otras dos organizaciones que apoyan diversos proyectos comunitarios centrados en la conservación y la adaptación al cambio climático en los Páramos Pisba y TotaBijagual-Mamapacha, a unos 280 km al noreste de Bogotá.
La alianza pone especial énfasis en la participación de las mujeres, ya que históricamente la intervención de las mujeres en la gestión ambiental ha estado marcada por la discriminación y el acceso desigual a los recursos.
En total se seleccionaron 37 proyectos que benefician a 2400 familias que trabajan desde 2020 en la restauración de plantas autóctonas, fortaleciendo así los corredores biológicos y manteniendo las áreas protegidas.
Las iniciativas también incluyen la adaptación de acueductos, así como la implementación de huertos agroecológicos caseros para reducir el uso de sistemas productivos tradicionales que son perjudiciales para el medio ambiente.
«Es necesario implementar acciones encaminadas a controlar o reducir las presiones sobre el páramo y mitigar las acciones negativas de las actividades extractivas en la zona, estableciendo áreas de conservación y medidas para reducir los riesgos asociados al cambio climático», afirma Catalina Avella, coordinadora de campo de la alianza.
Los páramos son un ecosistema andino único, que solo se encuentra en las altas montañas del norte de Sudamérica, son estratégicos no solo por su biodiversidad vegetal y animal, sino también por sus servicios ecosistémicos, entre los que se encuentran el secuestro de carbono en el suelo y la regulación del agua.
El aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de lluvia debido al cambio climático suponen una amenaza para estos ecosistemas, así como para los proyectos de minería e infraestructuras.
Fuente: ONU